viernes, 30 de octubre de 2015

Cada vez entiendo menos


Fue en Viña del Mar, la primera mañana luego de llegar. Nos habíamos sentado en el malecón con J después de una larga caminata. Charlábamos de cien cosas distintas, mientras mirábamos el mar en un día despejado como hacía mucho no veía.
Mientras charlábamos, veo un hombre tratando de vender empanadas a la gente que disfrutaba de la mañana.
Veo como se acerca mientras va ofreciendo a unos y otros las empanadas. Llegado el momento y la distancia, nos toca nuestro turno:
- "Empanadas?"
- "No, gracias! Recién desayunamos." (benditos aquellos que saben ser más cortantes y descorteses con quienes molestan, nunca fue mi caso)
- "Ah, son de España?"
Ya para ese momento me sentía incómodo por el hombre este, no por nada en particular, pero me di cuenta con el tiempo que prefiero que no me molesten y guardar las relaciones sociales con quien yo quiera cuando yo quiera.
-" No, de Argentina"
- "Aaahhh weon! De Argentina! Un hermano de la cordillera, que les paso en el fútbol, les falto Messi? Jajaja" Bla,  bla, bla... Deje de prestar atención a lo que decía y vi como buscaba algo en la espalda. Supe lo que se venía, pero no tenia miedo sino más bien solo me sentía incómodo por este hombre que seguía hablando y bromeando y sonriendo. Solo quería que se fuera.
En un instante, no recuerdo el orden, solo imágenes simultáneas, veo la cara deformada como en ira, la mano de atrás moviéndose rápido y me paro casi de un salto sin pensarlo agarrandole la mano con el fierro que venía bajando.
Y ahí empieza lo raro.
- "Que haces??!!" le digo. No entiendo, pero no estaba asustado, tampoco sentí enojo ni violencia contra el hombre este. Solo indignada sorpresa.
- "No, weon,  es como dicen ustedes,  una joda nomas, weon" me dice todo sonrisas y buena onda de nuevo.
Me vuelvo a sentar, como si no hubiera pasado nada.
- "Ah, linda joda. No vas a vender muchas empanadas con esa jodita..."  sigo indignado, y sorprendido no sólo por el ataque sino por como se daba todo.
- "Es una joda nomas, weon!" Me muestra el fierro como si fuera de utileria. Mientras sigue hablando cosas a las que no presto atención, y riendo. Guarda el fierro y comienza a irse.
- "Ya saben, si alguien les quiere hacer algo me avisan!" dice y nos muestra el fierro en la cintura, tal vez queriendo insinuar que nos podría defender. Se va.
Nos quedamos un instante con J sentados, sorprendidos, nos paramos y nos vamos.
Y ahí llueven las preguntas:
Que carajos fue eso?
Que pasaba si no lo frenaba? Me pegaba? O era solo una joda, como el decía?
Por que no respondí más duramente? Golpearlo, llevarlo al piso, o al menos desarmarlo. Viendo para atrás todas esas opciones estaban bastante fáciles y al alcance. Ninguna se me cruzo. Mi única respuesta, frenarlo y preguntarle que hacía.
Sintió miedo y se arrepintió? No sentí enojo o ira, tampoco me sentí intoxicado con el after de esas emociones tan duras, así que no creo haberlo intimidado.
Por que me senté? Un segundo antes me habían querido pegar con un fierro. Luego estaba sentado hablando como si nada de eso hubiera pasado.
Que pasó? Que significó ese encuentro?

Escribo esto para soltar las preguntas al Universo y que las respuestas lleguen cuando tengan que llegar. Ya están fuera mio.

Lo dije antes y me repito, cada vez entiendo menos de menos. Y cuando no entendemos tanto, es tanto más fácil sentirse agradecido cuando las cosas salen bien.

domingo, 4 de octubre de 2015

Mensajes

Creo que a muchos nos ha pasado. Estamos en un dilema, o con cuestiones en nuestra cabeza,  que no podemos decidir. Y entonces de la nada, nos llega un mensaje. Puede ser una pista, una respuesta, un indicio o una inspiración. A veces en la letra de una canción que hacía mucho no escuchábamos o nunca habíamos prestado atención. A veces en un libro que cae en nuestras manos de manera circunstancial. O, como en uno de las últimas veces que me ocurrió, en un cartel de la ruta.



Los reconocemos porque parecen estar escritos exclusivamente para nosotros. Estan ahí, a los ojos de todos, pero solo a nosotros nos hacen llegar su mensaje. Hablan en nuestro idioma,  vibran en nuestra frecuencia.
De donde vienen estos mensajes? Como aparecen? Quien los envía? No lo sé. Cada vez sé  menos. Cada vez puedo explicar(me) menos. Pero están ahí. Y de a poco voy aprendiendo a verlos, y a confiar más en ellos.



Me viene un recuerdo de Japón. Caminaba por calles llena de carteles y publicidades y avisos y gente hablando y no entendía nada. Creo que por momento me sentía como se sentiría un analfabeto. Cada tanto aparecía como resaltando alguna palabra en romanji que podía reconocer o algún Kanji conocido. ¿Y si el mundo está lleno de información y respuestas y presagios, pero vamos por la vida como casi analfabetos de este idioma, reconociendo cada tanto unas pocas palabras? Tal vez todo sea información, y, como en la película Matrix, algunas personas puedan ver más allá de lo evidente y leer el código que está detrás de cada cosa. Patricio, el chamán kichwa, sabía quien y cuando lo iba a visitar tan solo por ver el vuelo de un colibrí.

O tal vez todo sea producto de nuestra imaginación, y estos supuestos mensajes se resuman en meras coincidencias. Dicen que nadie nos engaña mejor que nuestros propios deseos, y así estas señales sean quizás solo ilusiones creadas por nuestro deseo de una comunicación más profunda con el universo. No lo sé. Cada vez sé menos. 

Cada cual elija su método para encontrar su rumbo. Yo elijo tratar de aprender a leer.