viernes, 29 de agosto de 2014

Y se fue nomás el primero.

"Es ya mi aldea 
un sueño en el viaje. 
Ave de paso." 

Un año desde que me fui. Inevitable no mirar atrás con nostalgia. Sobre todo cuando fue un año tan bueno. Inevitable además no buscar las huellas del cambio en mi. No las encuentro, aunque los que me conocían de antes dicen que ahí están. Tal vez no las encuentro porque no se quién o cómo era antes y tampoco lo sé ahora. 

Doce meses con días de igual largo. Es raro vivir sin las estaciones que conocía. ¿Por qué si oscurece tan temprano, no hace el frío del invierno? 
Doce meses de construir diferentes rutinas, para en poco tiempo desarmarlas y dejar lugar para una nueva. O a veces incluso vivir sin ellas. 
Doce meses que son igual a muchisimas personas y otras tantas despedidas. Y ahora sé que el tiempo de una relación no es lo que mas importa. Nos une mucho más la empatía, el compartir la distancia a casa y los percances del viaje. 

Cambio. Mucho cambio y muy seguido. Cambian las costumbres. Cambian las palabras. Cambian las comidas, los precios y cambian los nombres de las calles dónde vivís. Uno mismo sigue, pero con otras compañías, en otro clima, con otra cama. Cambian los trabajos y las búsquedas. Fui mozo y bartender, ayudante de cocina y encargado. Fui albañil, guía y casi actor. Enfermero, malabarista, profe y pintor. Y cambia la forma de vida también. Viví como rico, pero también fui mendigo. 

Y así entre cambio y cambio se fue un año. 
Y viví en ciudades y pueblos. Y vi el sol salir en el caribe. Y también lo vi esconderse tras el humo de un volcán en erupción. Y vi al pacífico y al atlántico al mismo tiempo. Estuve bajo tierra y en el aire también. Comí comida que nunca había imaginado, vi animales que solo conocía de libros, hable con personas de lugares que tan solo sabía el nombre, vi estrellas que aún no conocía. Escuché idiomas nuevos. Viví la magia. Conocí personas increíbles, lugares fuera del tiempo, historias asombrosas. 

El viaje fue todo lo que pensaba. Y más. Fue maravillarme ante delfines, monos, estrellas de mar y perezosos. Fue deslumbrarme con la selva más verde que me haya imaginado. Fue ver montañas nubladas que me hicieron soñar despierto. Fue conocer la magia en lugares que te estremecen hasta las lágrimas. También fue abrir los sentidos, ensanchar el alma y la mente y romper con ideas y prejuicios, sobre mi mundo interior y sobre el de afuera. 
Fue la difícil decision de alejarme del budo, pero también fue la felicidad inmensa de volver, del reencuentro con amigos y maestro.

Fue además, mucha incertidumbre. Lo sigue siendo, cada día. Ya a esta altura, después de tantos cambios, se que no tengo una respuesta certera de a donde voy después, cuando voy a volver a Argentina o a determinado lugar. Estas son las preguntas que más me hacen cuando cuento del viaje. Pero tampoco tengo muchas respuestas para las preguntas que yo mismo me hago. Voy bien? A donde estoy yendo? Que es lo que busco, lo que quiero? Como sigue esto? Y voy aprendiendo como lo hice a lo largo de este año a vivir sin esas respuestas. El Camino dirá. Mientras tanto solo hay que seguir.