¿Quién te llamó para heredar el sello?
Te revolverás ahora en las tinieblas
Y suspirando por adquirir una luz
Habrás de ensordecer, enmudecer, enceguecer.
El inicio del saber se llama: morir
El final: desaparecer en la luz.
¿El báculo quieres llevar delante de otros?
Anda errante, entonces, despojado de todos los dones
Por la infinita senda de meandros,
Enterrados en laberintos de rocas.
El comienzo del querer se llama: caminar.
El final: poseer el amor.
¿La llameante espada quieres ceñir?
El infierno se burla de tu intención
De sazonar con horror la sangre de tu corazón
En vano quieres huir del precipicio.
Empezar a atreverse se llama: caer.
El final: la plenitud de la vida.
¡Maldito sea desde ahora el vacilar!
¡Toma con tu mano derecha el cáliz!
Esa bebida no te hará hablar nunca más;
Pues Dios exige siervos silenciosos.
El inicio del silencio se llama: estremecerse.
El final: el poder de todos los poderes.
¡Cabalga ahora en unicornio y dragón!
Y cuando hayas vencido a la esfinge,
Ataca osadamente en la garganta a la serpiente,
Para sanar con el mortal veneno.
El inicio de la libertad se llama: reir.
El final nunca se encontrará.